Solía ser una modelo con una belleza extraordinaria.
Linda Evangelista, reconocida como una de las modelos más buscadas en los años 90, poseía una combinación irresistible de carácter vibrante, carisma y belleza extraordinaria. Su mera mirada podía cautivar a cualquiera, dejando una impresión duradera.
Sin embargo, la realidad de la carrera de un modelo es que es de corta duración y el tiempo no perdona a nadie. El inevitable desvanecimiento de la belleza era algo que a Evangelista le costaba aceptar. Decidida a conservar su juventud y belleza, tomó la decisión de someterse a una cirugía plástica, dando un paso radical.
Trágicamente, el resultado de la cirugía no salió según lo planeado, y los errores del cirujano estropearon drásticamente las características de la modelo. Las secuelas de la cirugía provocaron serios problemas de salud para Evangelista, lo que agravó aún más sus problemas.
Durante un período prolongado, a Linda le resultó difícil llegar a un acuerdo con su yo transformado. Admitió abiertamente que contemplaba la posibilidad de autolesionarse y experimentó un aumento de peso significativo, lo que provocó cambios permanentes en su físico y rostro.
Vistiendo ropa holgada, buscó ocultarse y enmascarar su apariencia alterada. Sin embargo, cuando Linda encontró el coraje para hablar abiertamente de su confusión emocional y compartir historias de advertencia con otras niñas, comenzó a encontrar consuelo. Poco a poco, volvió a participar en sesiones de fotos y aumentó sus apariciones públicas. Hoy, Evangelista muestra con orgullo su rostro sin inhibiciones, abrazando su camino de aceptación y resiliencia.